martes, 8 de enero de 2008

BARROCO

A finales del siglo XVIII, se empezó a utilizar el término barroco (de barrueco, perla irregular), para referirse al arte inmediatamente anterior, tenia una aceptación peyorativa, como algo extravagante e inarmónico. También se interpreto lo barroco como un fenómeno evolutivo inevitable al final de cada ciclo estilístico:
Considerado así; sería una evolución del renacimiento. Hoy tiende a verse como un complejo mundo cultural que no solo maneja las formas clásicas con criterios y objetivos nuevos, sino que responde a un sistema de vida y pensamiento que posee su propia coherencia.

El barroco es el período de la historia cultural, durante esta época se desarrolla un estilo artístico que resulta difícil de definir, dada la diversidad que introdujeron los condicionantes religiosos, políticos, sociales y culturales de cada ámbito geográfico donde se desarrolló; los elementos formales empleados por todas las artes son herederos del clasicismo renacentista, pero su empleo tiende a ser grandiosos y cautivador
para los sentidos, ya sea por la complejidad acumulativa y
simbólica o por el virtuoso naturalista de las apariencias.

Llenar el vacío

El estilo decorativo que había roto la plenitud de las superficies, con objeto de crear un juego de luces y sombras que proporcionan gran expresividad en los edificios, se hace más complejo. La ornamentación se hace más profunda y recargada con columna salomónicas, frontones curvos y partidos, estípites, variados motivos vegetales o molduras que se rompen o aumentan de tamaño en relación con el muro. Incluso, se incorporan, como decoración, cortinajes o escudos realizados de manera naturalista, a imitación de las arquitecturas efímeras de la época, que se levanta para festejar la entrada triunfal de los reyes o para sus funerales uno de los fenómenos más típicos de lo barroco. En casi todos los casos estas formas tienen un sentido escenográfico.

La moda en el Barroco

La grandiosidad y el exceso en la decoración, característicos de este periodo, están presentes en todas las artes textiles. El tejido continúa diferenciándose entre el destinado a tapizar, de dibujos de grandes dimensiones, y el destinado a la indumentaria, con dibujos pequeños estructurados en diagonal. En la segunda mitad del siglo, Italia deja de liderar la producción sedera y Francia, más concretamente Lyon, la sustituye gracias a la introducción del telar de Dangon.
El bordado, que ya no es pictórico, deviene decorativo y repetitivo, con temática vegetal. El XVII es el gran siglo del encaje, sobre todo de la técnica de aguja,
El XVIII es un siglo de mejoras técnicas en el telar y en los tratamientos químicos de los colorantes. El tejido se decora con motivos vegetales y pequeños paisajes. Los dibujos más característicos son los del espolín (ramas onduladas con flores), propios del estilo Luis XV (rococó), y las franjas verticales con ramos, o muy pequeños o de grandes dimensiones, propios del estilo Luis XVI (neoclasicismo), que siguen la moda gala. Los principales centros sederos fueron Lyon y Tours (Francia); en España se distinguieron Toledo y Valencia. Cataluña fabricó tejidos lisos y género de punto de seda, especialmente en Manresa.
El bordado es de temática vegetal y policromo. El encaje pierde notoriedad y se tiende a adoptar el de fondo de tul y dibujo pequeño. La blonda se conoce desde 1760.
El estampado sobre algodón, ideado para imitar las telas pintadas sobre algodón de la India, se convierte en una industria nueva con manufacturas industriales, que evitan el control de los gremios textiles. La decoración de las indianas europeas es, en un primer momento, deudora de las que provienen de la India y de las sedas labradas. Se destinan los dibujos de flores a la indumentaria y los temas historiados monocromos a los tejidos de mobiliario. Barcelona y su entorno tuvieron una poderosa industria de indianas desde 1738, embrión de la Revolución Industrial.
El vestido masculino del siglo XVIII es el antecedente directo del vestido del siglo XX. Se compone de casaca, chaleco ycalzón, que deja visibles las medias de género de punto. El vestido femenino consta de cuerpo ajustado, con mangas también ajustadas, y falda; bajo el cuerpo se lleva el corsé para ceñir el tórax y conferirle rigidez; y bajo la falda, el miriñaque, media falda de aros cuya finalidad es sostenerla, ensancharla y darle una forma redonda, ancha lateralmente y voluminosa por detrás, a medida que avanza el siglo. A partir de 1770, los vestidos de hombres y mujeres buscan la simplicidad debido al regreso al clasicismo y a la naturaleza, así como por la influencia inglesa de los atuendos campestres de la aristocracia como las denominadas venecianas y los puntos de Francia, y la de bolillos, denominada punta de Flandes.

Los mobiliarios

De toda las artes de la madera, el trabajo de aquellos enseres utilitarios realizados por los ebanistas (sillas, mesas, armarios, escritorios cómodos, divanes, arcas, camas, reclinatorios…), constituyen una de las más importantes artes decorativas o aplicadas. El estudio de su formas, tipos, materiales, técnicas de fabricación, usos y evolución histórica constituye una vertiente de los estudios históricos – artísticos.

Hitos en la historia del mueble

Nuestro conocimiento del mobiliario antiguo y medieval (al menos de la época gótica) es, en su mayor parte, indirecto, a través de sus representaciones. Pero, a partir de los siglos XIV y XV, las obras en maderas conservadas constituyen algunas de las más exquisitas realizaciones artísticas.
En época gótica, por ejemplo, el tallista de las sillerías de coro, por poner un ejemplo de un tipo característico, responde al mismo impulso creativo y religioso que cualquier otro artífice. Tales piezas han de ser consideradas como estructuras arquitectónico – ornamentales y, simultáneamente,
como esculturas, con sus respectivos programas iconográficos,
aunque nunca deba olvidarse su función utilitaria.
A partir del renacimiento, el mobiliario palaciego se va haciendo más exquisito. A ese momento corresponden los primeros bargueños (armarios con cajones, bellamente decorados). Gradualmente, se hace más complejo, con motivos arquitectónicos y figuras humanas, a veces con colgaduras de terciopelo o cuero y adornos de piedras duras.
Además de las artes del metal, de las que ya hemos tratado anteriormente, y de la madera (en concreto, el arte del mueble), hay que tener en cuenta los objetos de loza, cristal y porcelana, tanto ornamentales como utilitarios, y los tapices, que, al amparo de una industria promovidas desde las cortes absolutistas, se prodigaron en toda Europa, para satisfacer las necesidades de la nobleza.
Uno de los períodos más espléndidos del arte mobiliar es el Barroco, sobre todo desde fines del siglo XVII.
Otro momento capital para el mueble, y del diseño general, es el siglo XIX; cuando el mobiliario empieza a quedar estrechamente vinculado a una concepción global del espacio arquitectónico, fenómeno que alcanzará su culminación en el siglo XX; cuando los arquitectos empiezan a ocuparse también de su diseño.

El rococó: Diseño de jardines

En la Europa medieval, devastada por las invasiones y las guerras incesantes, los jardines fueron pequeños y siempre protegidos dentro de los muros de un castillo o un monasterio. Uno de los ejemplos más destacables es el del gran huerto del monasterio de Saint Gall, en Suiza, que estaba dividido en cuatro áreas dedicadas respectivamente al cultivo de hierbas aromáticas y medicinales, hortalizas, árboles frutales y flores. Los claustros de la mayor parte de los monasterios aparecían rodeados de galerías porticadas y en su centro se situaba un pozo o una fuente, con el propósito de ayudar a la meditación de los monjes. Algunos castillos también llegaron a tener un pequeño huerto de hierbas u hortalizas, un jardín ornamental privado para el disfrute de los señores y otras áreas de expansión para el resto de la corte.

Durante el renacimiento italiano se comenzaron a construir palacios y villas de recreo al estilo romano. Los arquitectos del edificio residencial se encargaban también del proyecto de los jardines, garantizando así la armonía entre ambos. De este modo, la simetría que dominaba las relaciones entre los elementos construidos se prolongaba por todo el paisaje, articulando el conjunto en torno a grandes avenidas axiales, paseos y escalinatas para comunicar las terrazas, que debían procurar las mejores vistas.

La influencia del barroco se hizo sentir en los jardines italianos del siglo XVII, caracterizados por la profusión de líneas onduladas, grupos escultóricos compuestos por dramáticos conjuntos de figuras alegóricas, y multitud de fuentes, surtidores y cascadas. Entre los ejemplos más importantes se encuentran Villa Aldobrandini en Frascati, Villa Garzoni en Collodi, Villa Giovio en Como y los jardines de Isola Bella en el lago Mayor.

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